¿Ingenuidad o desconocimiento de la historia? Es la interrogante que surge al leer el nombre del periódico oficial del Consejo de Gobierno de Galápagos: “Ninachumbi” lo llaman, palabra Kichwa que significa “Islas de Fuego”. Para quien desconoce la historia asociada con esa palabra, su invocación estaría conforme a lo que manda la Constitución, que reconoce al Kichwa como un idioma oficial del Ecuador. Es importante, sin embargo, remitirse a la publicación “DerechoTerritorial Ecuatoriano” (pg. 441 - 449) preparada por Julio Tobar Donoso y Alfredo Luna Tobar (1994) para advertir el nombre en su asociación histórico – geopolítica.
El nombre resulta llamativo por cuanto las islas efectivamente surgieron de profundidades telúricas, formadas por la acumulación continua de las masas ígneas que, en el transcurso de millones de años, fueron superando las simas marinas para retar las incesantes olas y, seguidamente, erigirse en imponentes estructuras volcánicas sobre las que se asienta una importante biodiversidad y un soberbio paisaje. ¡Sí! aquel nombre visto desde la historia geológica de las islas, destaca el “origen” de fuego del archipiélago. Grandes y pretéritos flujos magmáticos que, más de una vez, provocaron admiración a quienes tuvieron la oportunidad de observar a esas planetarias manifestaciones ígneas elevarse como retando al cielo.
En esta oportunidad, sin embargo, no evoca una historia de fuego. Alude a una supuesta visita a las Galápagos de parte del inca Tupac Yupanqui. Mito desestimado por importantes estudiosos de la arqueología ecuatoriana, al igual que por antropólogos del Perú. A las islas arribaron, según la evidencia arqueológica encontrada en las encantadas, los manteños - huancavilcas mucho antes de que supuestamente lo hiciera el Inca. Marineros de nuestros mares estuvieron presentes en aquellos suelos anticipándose al español Tomás de Berlanga.
Es importante señalar, y no olvidar, que en documentos oficiales de Perú (TobarDonoso, 1994. pg 441) se utiliza como un argumento para reivindicar soberanía sobre ese territorio la supuesta presencia del Inca, así como antes de él de indígenas que habitaron el actual territorio del Perú. El Consejo de Gobierno con cierto nivel de ingenuidad estaría reivindicando derechos expresados en las tesis del país limítrofe. Ingenuidad por cuanto exhibe desconocimiento del uso geopolítico asociado a dicha denominación. Todo ello debido a un esnobismo por tratar de utilizar una palabra “kechwa” en el lugar en el que no corresponde.
Si aquel fue el propósito, debería llamarse las Galápagos “Nina Llacta” o el “Hogar del Fuego¨; a Sierra Negra, “Yana Urcu”; … así a cada uno de los lugares habría que cambiar su tradicional nombre. Sin embargo para ser consecuentes con los que primero habrían llegado, manteños - huancavilcas, el (los) nombre(s) debería(n) tener raíces lingüísticas de aquellos pueblos.
El esnobismo citado desconoce la historia prehispánica de los pobladores que habitaron en especial la zona litoral costera de lo que es actualmente Ecuador. Aquellos habitantes, manteños - huancavilcas y punaes, fueron navegantes que exhibieron un apropiado dominio del mar, práctica advertida por los tempranos cronistas de indias así como por estudiosos y viajeros. De haber acontecido el viaje del Inca este, con seguridad, debió haber utilizado la experiencia de aquellos habitantes, dado que los de la costa del actual Perú carecían de los conocimientos para navegar por aguas abiertas, más allá de utilizar la totora o cueros hinchados de foca o lobos marinos para desplazarse cortas distancias durante las faenas de pesca; o, rendir tributo en ceremonias que tenían lugar en las islas costeras vecinas próximas. Esas movilizaciones no implican una tradición marinera. Los materiales que disponían, madera, no les permitía fabricar embarcaciones como para enfrentar jornadas que exigían una mayor pericia. Lo contrario acontecía en la costa del actual Ecuador, la balsa (Ochroma ssp), abundante en los bosques tropicales de Manabí, facilitaba la fabricación de naves más marineras: esta especie maderable marcó la diferencia con los vecinos del sur, constituyéndose en una suerte de monopolio de los habitantes de esta región ecuatoriana como bien los señala Presley Norton (sf)[1].
Lasembarcaciones fabricadas con aquella madera liviana e impulsadas con velas ya se reportan en el 2500 AC. Hacia el año 900 AC se había constituido en la región una federación de puertos mercantes y de pesca, que dejaron un importante legado allende su tierra de origen. Los mercaderes de la costa ecuatoriana controlaron el movimiento del Spondylus hacia los andes centrales: llegaron al sur, a Chavín, y al norte al golfo de Panamá (Norton, sf). Se desconoce en aquel la historia, cuando enarbolan nombres que no tienen ninguna relación con quienes sí, efectivamente, fueron viajeros de aquellos mares.
La historia del viaje del Inca, si es que realmente tuvo lugar, es analizada por Julio Tobar Donoso, Alfredo Luna Tobar y Carlos Manuel Larrea. Este último evalúa los relatos de Juan de Sámano que describe las habilidades marineras y las balsas de los nativos de la actual costa ecuatoriana. Refieren a cronistas como Pedro Sarmiento de Gamboa, Miguel Cabello Balboa y Fray Martín de Murúa quienes destacan que el Inca llegó a Manta. En esas tierras, señalan, fue informado dela existencia de islas al poniente pobladas por mucha gente y en las que también existía oro [2];según la referencia que sobre aquellas dieron, estas ya habrían sido previamente visitadas por los mercaderes navegantes quienes las conocían como “Auachumbi”y “Ninachumbi”. Con esta información el Inca habría organizado el viaje acompañadopor 20 000 hombres [3].
Al retorno del viaje de marras, luego de 9 – 12 meses de travesía, habría traído consigo “gente negra, mucho oro, una silla de oro, un pellejo y una quijada de caballo”. Los autores citados, sin poner en duda la veracidad del relato de los cronistas, ya que uno de ellos – Sarmiento de Gamboa – habría mirado en el Cuzco alguno de los trofeos mencionados, ponen en tela de juicio, sin embargo, en cuanto a las tierras que efectivamente habría visitado. La especulación identifica cuatro lugares como potencial destino:
1. Galápagos
2. Polinesia
3. Islotes próximos a lacosta peruana
4. América Central
Examinadas las opciones planteadas, América Central podría haber sido el único sitio al que habrían arribado, ya que una vez analizados los trofeos de viaje se observa que en los tres primeros no existe evidencia de que posean al menos uno de los citados o dos de ellos: gente negra u oro. La Polinesia no posee oro, mientrasque Galápagos no fueron pobladas en aquellos tiempos como tampoco en ellas se ha encontrado oro, al igual que los islotes. En cuanto a las mandíbulas de los caballos – visión hispánica -, se presume que se trata de la Otaria jubata, pinnípedo que se encuentra entre las costa peruana, en las Galápagos y, Centro y Norteamérica.
Con relación a las expresiones asociadas a la aludida leyenda, Otto von Buchfalf (citado por Tobar Donoso y Luna Tobar) cuestiona la transcripción de los nombres. Señala que en los dialectos que se hablaban en ciertas parcialidades del litoral ecuatoriano las palabras nionachommi y ai-in chommi significarían “lobo de mar adentro” y “lobo de mar afuera” respectivamente, las que deformadas por los incas o los propios cronistas, derivaron en las palabras que motivan esta reflexión, forzando, en consecuencia, la definición original. Aquellas denominaciones corresponden, según Tobar Donoso y Luna Tobar, a dos islotes situados frente a la costa norte peruana.
El “ingenuo” nombre del periódico del Consejo de Gobierno contribuye a reafirmarlo que no pudieron demostrar las interesadas aventuras marinas del “Kontiki” y el “Chimok” (Tobar Donoso y Luna Tobar, 1994). La primera construida en Callao con balsa de Manabí que fue transportada en barco hasta ese puerto, para cuya elaboración se siguió la tecnología constructiva de los Manteños –Huancavilcas. No llegó a las Galápagos, sí arribó a la Polinesia. Mientras que el “Chimok”, elaborado con totora, fracasó en su intento de arribar a las islas. Contribuye, el Consejo de Gobierno, ingenuamente, a reconocer un pasaje reseñado en una leyenda que jamás aconteció.
Es merecido, hasta legítimo, registrar la presencia de navegantes prehispánicos en las islas. Es importante, sin embargo, apoyarse en un programa sostenido de investigaciones arqueológicas. Según A. Veloz (1991) la evidencia arqueológica que en 1964 encontró Thor Heyerdal en una de las islas, correspondía a la manteño - huancavilca. Presley Norton (sf) señala que fragmentos analizados en la Estación Darwin corresponden a la Cultura Bahía (Circa. 0-600 A.C.). Enconsecuencia los nombres debería honrar aquellas raíces. Y, por que no, cambiar las denominaciones de las islas utilizando nombres que destaquen la presencia de aquellos como sus primeros descubridores.
La historia se construye reconociendo hechos, hitos relevantes que hayan marcado o influido en la vida de una población o nación. El reconocimiento a aquellos actos debe ser consecuencia de un reflexivo análisis. Esta acción es másrelevante si quién invoca nombres y hechos para posicionar una idea es una entidad gubernamental.
ReferenciasNorton, P.(sf). El Señorío de Salangone y la Liga de Mercaderes: El Cartel Spondylus -Balsa. En: Historia del Ecuador. Armada del Ecuador – Academia de Guerra Naval. Guayaquil.TobarDonoso J. y Alfredo Luna Tobar. 1994. Derecho Territorial Ecuatoriano.Veloz A.1991. Aborígenes Manteños - Huancavilcas Fueron Descubridores del Archipiélago de Colon. Diario El Universo 12 febrero de 1991.[1] Presley Norton (sf). El Señorío de Salangone y la Liga de Mercaderes: El CartelSpondylus – Balsa. En Historia del Ecuador. Armada del Ecuador – Academia deGuerra Naval. Guayaquil.[2] Me pregunto si la expansión del territorio inca tenía relación con interés enel oro - al mejor estilo de los hispánicos – o su objetivo fue asegurar fuentesde alimentación para el pueblo.[3] Cabe un reflexión: si en promedio en cada embarcación viajaban 50 personas –existe evidencias de embarcaciones que transportaban 20 personas y unas 20 toneladas en peso-, implicaría que requirieron aproximadamente 400 embarcaciones: una flota de este tamaño habría sido una de las más grandes de la historia, todas ellas juntas, una tras otra, tendrían una longitud entre 10 y 12 km de largo –Jorge Juan y Antonio Ulloa (1738) dan cuenta que las balsas que observaron tenían longitudes que van entre los 25 a 30m de eslora-. |