Estrecho de Fuegos

Escrito por Super User
Categoría: Relatos Creado en Miércoles, 09 Noviembre 2011 20:22
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"El sol al amanecer o al atardecer, durante el verano patagónico, incendia con su luz el horizonte"

Así describen los patagónicos a la rojiza luminosidad que pinta el cielo durante las horas matutinas o vespertinas, así lo ven y disfrutan los fueguinos. El emblemático estrecho de Magallanes que popularizó el nombre del español, por su osadía al tratar de identificar rutas que unan el Atlántico con el Pacífico, es paso obligado para las expediciones ecuatorianas hacia el continente blanco. Merece, sin embargo, destacarlo como estrecho de los Fueguinos, ya que está en la tierra de los fuegos.

Llamas que flotan sobre las agua: El origen del nombre..

Aquellos "fuegos", los vesperales y matutinos, sin embargo, no fueron los que dieron origen a la conocida denominación de “Tierra de Fuego”, en donde se encuentra el emblemático estrecho. El nombre está asociado con las hogueras que divisó Magallanes en el perfil costanero cuando arribó a esta especial región: fuegos que surgían de las fogatas de los originarios que, cuando se los observaba entre la neblina al amanecer, “parece como que flotasen sobre las aguas” !Literalmente flotaban! ya que los habitantes solían transportar las incandescentes brasas en sus frágiles embarcaciones, elaboradas estas con la corteza de coigüe o roble – árbol nativo de la zona - atadas a un armazón construido con ramas y calafateadas con arcilla. De allí el nombre que complementa muy bien a la “rojiza luminosidad” que envuelve el paisaje durante el verano patagónico. 

La imagen de los “fuegos que flotan sobre el agua” nos acompaña mientras observamos como, al despejarse la niebla, se muestran las montañas que emergieron desde los abisales fondos marinos: compactas masas rocosas movilizadas a finales del cretácico tardío por las telúricas fuerzas que originaron los Andes; sus escarpes, bruñidos por la incesante acción glaciar, configuran las riveras del geomorfológicamente dinámico Estrecho. Complementan el paisaje profundas encañadas por donde se cuelgan delirantes cascadas que se precipitan desde las inaccesibles cumbres: aguas derretidas de las imponentes masas de hielo que reinan en el paisaje. Torrentes que impetuosamente se enseñorean en el vacío para finalmente colisionar con el fondo del valle, convirtiéndose en miles, millones de partículas que, al instante, se fusionan para formar nuevamente el impetuoso caudal que se desliza entre las rocas que luego alimenta las aguas del vigoroso canal.

El paisaje, una razón para regresar

La morfología que singulariza la tierra de los fuegos o de los patagones es consecuencia del milenario accionar de los monumentales glaciares que, como colosales cinceles, lenta pero persistentemente esculpen la endurecida roca: transforman sus formas, redondean sus perfiles, afinan sus aristas, las pulen, generan gigantescas avenidas por donde se deslizan las monumentales y azulinas masas del milenario hielo.
Lechos rocosos esculpidos por el empuje que genera el movimiento de miles, de millones de metros cúbicos de masa glacial. Allí están presentes las evidencias expresadas en morrenas laterales y terminales, en los circos glaciares, en las artesas en forma de “U”, en los valles colgados con frecuencia lecho de imponentes lagunas; así como gigantescas rocas que reposan, solitarias, en medio de una extensa explanada. Así lo vio Darwin, así lo vemos quienes en silencio nos atrevemos a circular por estas patagónicas tierras.

Región en la que el sol y las nubes, cuando desean, se entretienen jugando a las escondidas con los sorprendidos transeúntes que se aventuran a navegar por los fueguinos estrechos. En las dos oportunidades que anduvimos por aquellas soledades, los días fueron grises; pero, en aquel juego, cada cierto tiempo la luz solar evadía la nubosa capa para dotar de colorido a la fascinante geomorfología del territorio de los fuegos.

La tonalidad azulina de los glaciares, evidencia de la acumulación milenaria de los hielos, aún domina amplios espacios del paisaje; sin embargo, hoy, estas sempiternas masas de hielo pretérito, están amenazadas de desaparición por ese persistente, pertinaz y perceptible calentamiento global que inexorablemente los obliga a retroceder. !Alegóricamente, tienden a desaparecer! Así como desaparecieron los pobladores que retaron, hace miles de años ya, las frías condiciones climáticas que imperaron en la región y sobrevivieron; pero fueron perseguidos por los "cazadores de indios" que pusieron precio a la cabeza de aquellos.

El magallánico paso, más allá de los fuegos, sin duda convoca a una profunda reflexión de la vida en aquellos ambientes extremos. La inhóspita zona austral de América del Sur, de estepárico paisaje, en la que el viento frío, a veces huracanado, es un compañero casi permanente, fue el territorio de cinco culturas indígenas originarias que se adaptaron a la rigurosidad de esta región agreste, de elevadas montañas, de niebla, de nieve, de hielo y mares bravíos, en la que el fuego constituye un elemento trascendente en la estrategia de vida de los nativos de aquellas regiones.

Habitantes de tierras lejanas

“Un día de pronto descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza.(…) Era tan alto él, que no pasábamos de la cintura, y bien conforme; tenía las facciones grandes, pintadas de rojo, y alrededor de los ojos, de amarillo, con un corazón trazado en el centro de cada mejilla”.
(Antonio Pigafetta – integrante de la expedición liderada por Fernando de Magallanes).


Los Onas (gentes del norte) o Selknam, cazadores terrestres que habitaron la pampa de Tierra del Fuego;
nómadas, de contextura corpulenta, hábiles con la honda, el arco y la flecha; se estima que llegaron hace unos 10.000 años. Los Yamanas ó Yaganes habitaron en torno al canal Beagle: cazadores marítimos. Los Qawasqar (ser humano) ó Alacalufes, de costumbres nómadas, navegantes, en frágiles embarcaciones recorrían desde los alrededores del Golfo de Penas al norte de la Región Magallánica, hasta el Estrecho de los Fuegos por el Sur. Los Haush o Manekenk poblaron la Isla Grande de Tierra del Fuego, nómadas, hábiles cazadores de guanacos, compartían costumbres con sus vecinos los Onas; fue el primer pueblo en desaparecer, a principios del siglo XX únicamente quedaban cuatro.

 

© alfredo carrasco valdivieso (2013) / Rev. Editorial: Mario Garcia

Créditos fotográficos:

  • Fotos de los Ona, grupos indígenas que habitaron en la Región Magallánica de Chile, se exhiben en el Museo Salesiano Maggiorino Borgatello, en Punta Arenas.
  • Paisajes: © alfredo carrasco valdivieso (2012).

Viajes realizados con el auspicio del Instituto Antártico Ecuatoriano / Samiri ProGea (enero y diciembre del 2012)